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Regla de oro

Pero porque solo ves lo que enfocas, tu panorama es limitado. Entonces da un paso atrás, para que tu rango de visión sea más amplio y redefinas tu camino.



Mi yo de bebé llegaba a ser verdaderamente irritante en ciertas ocasiones. Quería toda la atención de mi madre siempre. Tanto que el hecho de que ella tuviera que estar naturalmente sola de vez en cuando significase para mí cinco minutos de desesperación total. Solía romper en llanto y caer en una tristeza profunda al ver que el reloj marcaba las 6 p.m. y mi padre todavía no volvía a casa del trabajo. Los gritos hasta asustaban a los vecinosquién sabe qué pensarían ellos que sucedía en mi hogar para que ocurriesen tales pataletas. Sin embargo, un día mi padre decidió que hasta ese punto volvería a soportar otra de mis rabietas sin poner un alto. Así que la próxima vez que empecé un berrinche, él me cargo, me miró a los ojos y pronunció, con tono firme, las siguientes palabras: “no acepto sindicatos de llanto”. Cuentan los testigos que me quedé callado. El llanto cesó. Claro que volví a hacer rabietas después, pero de ahí en adelante cada vez que amagaba con iniciar una mi padre me recordaba la misma frase.


Ahora, ya siendo un joven, entiendo que esos momentos representaron las primeras formas de disciplina y establecimiento de límites que experimenté. Pero más allá de eso, más allá de que esas acciones por parte de mi papá hicieran parte del proceso de socialización que todo niño debe tener, significaron mis primeros acercamientos con el amor propio. Porque el trasfondo de esas palabras era en realidad por supuesto que puedes expresarte, tienes el derecho y mereces respeto, pero la forma como lo haces no debe someter o lastimar a otros.


Amor propio y las dos víboras

Hay dos víboras que asechan al ser, ambas perjudiciales, ambas esperando su momento para escabullirse y manifestarse en los pensamientos. Tal vez las hayas sentido, con su colmillos cargados de veneno, ellas son: el egoísmo y el desprecio hacia sí mismo. Tal cual como hay personas ensimismadas, pobres de empatía, con el ego por las nubes y que se preocupan por los demás tanto como tú por la situación política de Camboya, también podemos encontrar quienes tienen una autoestima súper baja. Se perciben a sí mismas como no merecedoras de amor y pertenencia. No se cuidan, no les gusta su vida, en sus mentes se posicionan inferiores frente a los demás y tejen su propia trampa. Tanto sobrestimarse como subestimarse son atentados directos contra el ser, y, por lo tanto, son una amenaza para desarrollar un amor propio adecuado.


El principio del amor propio dice “ama a tu prójimo como a ti mismo” o muchas veces también declarado como “trata a los demás como te gustaría ser tratado”. Sé que a muchos no les agrada las matemáticas, pero podrían entenderse como ecuaciones también. Continuando con la metáfora, el problema con ambas corrientes es que las dos van en contra del principio del amor propio. Por un lado, el egoísta abandona a su vecino, perjudicando su exterior y negándose a quitar el velo de sus ojos que lo ciegan al agradecimiento, la bondad, el servicio. Por otro lado, aquel que se desprecia se pone por debajo de los demás irrespetándose a sí mismo. Si quisiéramos despejar la ecuación, al subvalorarte entonces estarías poniendo a los demás por encima, por lo que al final quedarías tú queriendo ser superior a tus semejantes. Ya sea la una o la otra, ninguna nos acerca a como deberíamos amarnos de la forma correcta. Pero, la pregunta es ¿por qué amarme? ¿por qué debería preocuparme por amar mi ser? ¿es acaso una obligación?


La regla de oro


Tengo dos argumentos para defender mi postura de por qué creo que deberíamos preocuparnos por amar nuestro ser.

El primero es que tenemos un potencial y un propósito. Todos los seres humanos tienen un cerebro con la capacidad de crear cosas. Con el cerebro que tienes, aun así te consideres la persona menos creativa del planeta, al menos puedes hacer cosas básicas que contribuyan al bienestar de la sociedad. Puedes recoger la basura del suelo y ponerla en su lugar, puedes comprar comida y regalarla a alguien con hambre, puedes regar un árbol, por ejemplo. Puedes hacer miles de cosas simples, y con solo el hecho de que puedas hacerlas significa que hay un potencial en ti. Entonces, si no te amas a ti mismo, en consecuencia significaría que estarías desperdiciando gran parte de todo ese potencial. Lo que significa que estarías decidiendo ser un miserable egoísta y no te importaría hacer todo lo que puedes hacer para hacer del mundo un lugar mejor. Por otro lado, yo creo firmemente que Dios nos ha dado un propósito a cada uno, Él nos ha permitido vivir por algo. Dios nos dio la vida, y con ella una misión que debemos cumplir en la tierra. En caso de que no creas en Dios, es un hecho de que nuestro mero cuerpo tiene un valor, es decir, la naturaleza nos ha dotado de órganos, cada uno con un sentido, y como te lo comentaba, eso se traduce en el potencial.

Como segundo argumento, deberíamos preocuparnos por amarnos y cuidarnos porque de lo contrario le estaríamos haciendo daño a los demás. Contempla el escenario de una persona que se suicida. Al suicidarse no solo está acabando con su vida, ese individuo también está destrozando la existencia de muchas más personas, de su familia y amigos. Incluso, la mera noticia de saber que alguien se suicidó trae tristeza para la vida de quienes se enteran.


El principio del amor propio “ama a tu prójimo como a ti mismo” quiere decir que yo debo preocuparme y esforzarme por ganar tanto para mí como para mis semejantes. Si yo gano limpiamente, tú también estás ganando.

«Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor (Romanos 12:19). Cabe aclarar que aquí Dios no hablaba de venganza humana, la que está llena de resentimiento y odio, por el contrario, Dios hace alusión a la palabra venganza haciendo referencia a la disciplina que toma en la vida de cada uno. Si hiciese daño a otro, la venganza la tomará Dios contra mí. Si alguien me hiciese mal, la venganza la tomará Dios contra él. Si me hiciese mal a mi mismo, la venganza la tomará Dios contra mí porque estaría haciendo mal a otros también. Tú no te perteneces solo a ti mismo, sino que tu ser está conectado al de otros también. Es como un lazo invisible que sujeta a cada ser humano que hace parte de la humanidad y teje una red entre todos. Por lo tanto, no puedes solo maltratarte o pretender que no te preocupas por ti mismo, ya que ese acto estaría trayendo consecuencias terribles para los demás. Eso nos lleva a concluir que amarse a sí mismo es una obligación moral con la humanidad y con el ser. Tú mereces cuidarte, valorarte y respetarte. Debes preocuparte por ser bueno contigo, de la misma forma como deberías preocuparte por ser bueno con los demás.


Amándome


Entonces, ¿cómo empiezo a amarme apropiadamente? ¿qué tengo que hacer?

Lo primero que hay que entender es que debemos conocer dónde estamos. No puedo pretender llegar a un punto B si todavía no sé donde estoy, es decir, el punto A. Para poder amar mi ser adecuadamente debo conocer cómo está mi amor propio en este momento, que tan lejos estoy de la metadonde me acerco lo más que puedo a la regla de oro. Para saber nuestra ubicación debemos conocernos. Así es. Conocerte a ti mismo. Debes preocuparte por saber qué quieres. ¿Quiero tratarme a mi mismo de mejor manera?¿quiero dejar de compararme con los demás?¿quiero estar en paz con el mundo?¿quiero mejorar mi vida? A veces no necesariamente lo que quieres en este momento es lo mejor para ti, quizás tus deseos de tu yo del presente estén cegados y te impidan darte cuenta donde estás. Tal vez no sabes lo que quieres. Tal vez ni siquiera sabes quien eres y qué es lo mejor para ti y para los demás. Tal vez no tienes la menor idea sobre dónde se sitúa el punto A. Y la respuesta es porque estás ciego a todo lo demás que te rodea. Verás, el ser humano ve lo que enfoca. Haz el sencillo experimento en este momento. Mientras estás leyendo ese mensaje tu mente solo hace nítidas las letras de cada palabra que lees pero hace borroso todo lo demás que no estás enfocando. Y eso tiene un razón biológica aunque en este momento no entraremos en detalles. El punto es que probablemente no estás cerca de amarte apropiadamente porque tu enfoque está lejos de eso, inconsciente o conscientemente. Tal vez estás enfocado en seguir despreciándote o seguir alimentando tu egoísmo. Sea cual sea el punto del espectro donde te encuentres, si quieres mejorar tu vida y la de los demás, encontrando el balance óptimo, necesitas reconsiderar tu enfoque.


Y eso nos lleva a nuestra segunda fase. Para reconsiderar tu blanco o tu target necesitas dar un paso hacia atrás, para que así tu panorama sea un poco más amplio, para que así tu visión te permita un acercamiento un poco más preciso acerca de la ubicación de tu punto A. Entonces, podrías darte la oportunidad de evaluar tu comportamiento pensando en qué puedes hacer para que las cosas mejoren. ¿Estoy valorándome y respetándome apropiadamente? ¿será que puedo hacerlo mejor en comparación a como me estoy tratando actualmente? Tal vez a veces eres egoísta. Digamos que te olvidas de los demás, a veces no escuchas lo que otros tienen por decir y le restas importancia a lo que los demás sienten. Pero, piensa ¿será que puedo actuar mejor que eso? ¿Hay algo que pudiera hacer, que al mismo tiempo estaría dispuesto a hacer que me permitiese actuar de una mejor manera y, en consecuencia, darme la oportunidad de aprender, mejorar mi relación con los demás, quizás darme cuenta de que hay cosas que hago y hago mal pero que si escucho a los demás tal vez pueda mejorar mi vida y la de otros? Hazte esa pregunta regularmente. Piensa, ¿existe algo mejor que esto en lo que pueda comenzar a trabajar para poder vivir en paz conmigo mismo y con mis vecinos? Entonces en ese instante, finalmente encuentras tu punto A y comienzas a moverte en dirección al punto B. Entonces estás más cerca de vivir la regla de oro. Tu “yo” del presente decide comenzar a trabajar para que tu “yo” del futuro se ame cada día más acertadamente. Y decides ponerle alto a la soberbia, a los pensamientos de amargura y de desprecio hacia el ser porque tu enfoque, que ahora es más amplio y consciente, te permite examinar más críticamente qué es y qué no es lo mejor para ti. Y comienzas a hacer del mundo un lugar mejor, anteponiéndote a la corrupción de las dos víboras.


Redefínete


Quiero terminar diciéndote que es difícil encontrar el equilibrio. Es un hecho. Y quizás eso se deba porque te tienes a ti solo, eres tú el único/a que vive tu propia vida. Te preguntas: “¿cuál sería mi punto B?¿cómo sé si lo que haga estará bien?”, y es justo ahí donde es importante tener modelos. Un modelo es un ejemplo sobre cómo deberían ser las cosas, sobre cómo debería actuar, sobre hacia donde debería apuntar. Y así como los futbolistas pueden tomar como ejemplo a Messi, o los emprendedores a Steve Jobs, o los pensadores a Mahatma Gandhi. También podemos tomar como ejemplo a alguien para comenzar a amarnos apropiadamente. Desde mi punto de vista, yo te propongo tomar como modelo a Jesucristo. Y no estoy aquí para hablar de religiosidad. Hablo sobre tomar como referencia el comportar de este hombre, de carne y hueso. Jesús no se dejó menoscabar de nadie, así como no se creyó superior a ningún hombre. Tenía claro su potencial y su propósito y dio una cátedra magistral sobre la regla de oro durante toda su vida. Además, también te invito a que leas sobre este tema, hay muchos autores capacitados para hablarte sobre la regla de oro. Te ánimo a que te des la libertad de aprender. Pero, siempre teniendo en mente el principio del balance óptimo del ser.

¿Qué estás esperando para comenzar a redefinirte?



Agradecimientos

Gracias especiales a mi padre por ayudarme en el proceso creativo del mensaje. Gracias a las personas que se tomaron el tiempo de escucharme como mi amiga María José Pimienta y mi madre.



Si te gustó el mensaje, te agradezco mucho si lo compartes y me dejas tu like. Me encantaría leer qué piensas sobre este tema abajo en los comentarios. Te deseo una buena semana, ¡nos vemos! ❤

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