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Principios y hábitos edificantes: Parte 1

Actualizado: 25 ene


Foto de Johannes Plenio en Unsplash


Los buenos principios y hábitos constituyen los cimientos de una conducta ejemplar y una vida exitosa. Por este motivo, hoy te traigo la primera parte de una selección de estos, con la capacidad de hacerte una persona más comprometida, confiable, interesante, amigable e intelectual. La información que a continuación pondré a tu disposición la he probado y he podido evidenciar sus beneficios, tales como incrementar la autoestima, ganar amigos, ampliar mi conocimiento y ser más inteligente socialmente. Además, la he redactado de tal forma que te muestro caminos sencillos para que los pongas en práctica al instante y comiences a ver resultados reales que te motiven a seguir cultivando tales hábitos. Si eres valiente y te atreves a perseverar, te aseguro que pronto te convertirás en testimonios vivientes del poder de estos principios y hábitos, y podrás inspirar a otras personas a transformarse para bien. Sin más que agregar, conozcámoslos.


1. Cumple tu palabra

A menudo se vende la idea de que no cumplir una promesa solo afectará a la otra persona. Sin embargo, pienso que no cumplir tu palabra te destruye más a ti que al otro. Sencillamente, romper las promesas, aunque se pretenda negar u ocultar, es una puñalada a la confianza propia. En otras palabras, cuando quieras darte cuenta habrás minado la fe en ti mismo porque tal como no le cumples a los demás tampoco lo haces contigo, y tu palabra se habrá convertido en sonidos sin peso. Eso sin contar que estarás matando la confianza de los demás hacia ti.

Eso no es ni lo mejor para ti, ni lo mejor para la sociedad. Por el contrario, cumplir tu palabra debería ser tu prioridad para construir autoestima y lealtad propia, así también como fortalecer tus relaciones interpersonales. Ahora, ¿cómo comenzamos a cultivar este hábito?

Lo primero a tener en mente es que debemos actuar de forma progresiva, de poquito en poquito. En primera instancia, la clave es demostrarnos que podemos confiar en nosotros mismos antes de pretender no fallarle a los demás. La manera más sencilla y probablemente más efectiva posible es poniéndonos pruebas sencillas a lo largo del día, y a medida que pase el tiempo ir subiendo la dificultad. Por ejemplo, puedes decirte ahora mismo que luego que termines de leer esto harás x cosa, sea tender tu cama, tomar un vaso de agua, tomarte una foto, tocar la punta de tus pies, lo que sea. El objetivo es desarrollar una mentalidad de: me lo propongo, lo hago. Practica eso con responsabilidad muy frecuentemente y notarás que tu autoconfianza comenzará a elevarse. Igualmente, cuando le des tu palabra a alguien, primero di que harás cosas simples. Imagina que estás en la universidad, le puedes decir a un amigo que lo acompañarás a almorzar justo antes de la hora esperada siempre y cuando sepas que tienes el tiempo libre para eso. Luego vas y lo haces. Y así, aunque tu amigo ni siquiera le de mucha importancia a la situación, en el fondo tú te habrás cumplido a ti mismo y también pondrás un ladrillo nuevo en la confianza de esa amistad. Recuerda, pasito a pasito, con pruebas fáciles y creatividad, luego una pizca más de compromiso y así lo vas logrando.

Vale la pena decir que en caso de llegar a fallarle a alguien, ya que nadie es perfecto, debes aprender a perdonarte y por nada del mundo abandonar tu progreso en el hábito. Además, deberás disculparte genuinamente porque eso demuestra que te importa la relación con la otra persona. (En mi mensaje “una disculpa sincera” te comparto una guía para hacerlo)


2. Di la verdad o, al menos, no mientas

Mi inspiración para este principio ha sido la Regla 8

del libro “12 Rules For Life” de J. B. Peterson.


¿Por qué no mentir? Mi respuesta sería ¿por qué engañarnos a nosotros mismos?

Aunque algunas mentiras no sean malintencionadas en el principio, estas constituyen un atentado a la autenticidad del Ser. A pesar de que puedan parecer convenientes y en nuestros pensamientos nos guardemos la verdad, estas conllevan riesgos implícitos como, por ejemplo, decir más mentiras para sostener las que hemos dicho antes.

Son las acciones las que hablan de nosotros y definen quienes somos. ¿Acaso el que dice ser fiel pero traiciona es en verdad leal? Pues por supuesto que no. La mentira solo lleva a la pérdida de uno mismo, y a pesar de que no se practique frecuentemente, manifestará consecuencias perjudiciales tarde o temprano. Al menos para evitar dañar, no deberíamos mentir.

La honestidad debería ser nuestra búsqueda constante. La verdad construye y hace las cosas más seguras, es liberadora. Decir la verdad no es ser groseros, ya que es posible expresarnos con respeto y veracidad a la vez. Además, considero que alguien honesto es verdaderamente digno de admirar. Es preferible hablar con la verdad y luchar contra la ceguera voluntaria o falta de consciencia, en lugar de que ni siquiera intentemos salir de la burbuja de falsedad en la que podríamos estar viviendo.

Honestamente puede ser complicado decir la verdad cuando las “mentiras blancas” son muy tentadoras y se muestran como la salvación. Es el caso cuando no queremos herir los sentimientos de quienes amamos o cuando no queremos involucrarnos en problemas mayores, pero es precisamente esta idea la que debe alejarnos de ser permisivos con la corrupción. Nuestro objetivo debe ser decir la verdad de la mejor manera posible, no hacer “más blanca” la mentira. Comunica la verdad cuidadosa y articuladamente, sé valiente. Pregúntate, ¿Cuál es la verdad? ¿Es lo que quiero decir realmente la verdad? ¿Estoy arriesgándome a sumergir en tinieblas el pasado, presente y futuro? ¿Cuál debería ser mi discurso para preservar o traer bienestar al presente y futuro?

Arriésgate a decir la verdad, o al menos, no mientas.


Hasta aquí la primera parte. Si te gusta el contenido que traigo, te agradezco mucho si lo compartes y me dejas tu like. Me encantaría leer qué piensas sobre este tema abajo en los comentarios. Te deseo una buena semana, ¡nos vemos! 😉

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