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La desesperación por el mañana

A: Te dije que la fiesta comenzaba a las 8:00 pm. ¿Qué haces aquí?, apenas son las 3:00 pm, ni siquiera me he bañado.

B: Lo siento, no podía esperar para bailar.

A: Tú siempre tan impaciente…


Una de dos, o las expectativas para la fiesta son altísimas o nuestro personaje definitivamente no tiene paciencia. Espera, ahora que lo pienso bien pueden ser ambas, quizás Shakira se presente en la fiesta, si ese es el caso no sé qué hacemos aquí, deberíamos ir camino a la party. En fin, creo que hasta me emocioné un poco. Verás, muchos hemos sido ese sujeto alguna vez, no necesariamente me refiero a tener muchas ansías de asistir a una celebración, sino a querer traer el futuro al presente para darle respuesta a una pregunta o para cumplir algún deseo.


Desde la perspectiva humana, el pasado y el futuro no existen, el primero existió y el segundo existirá. Uno sí lo conocemos y el otro no, esa es la gran diferencia. ¿Y por qué entonces queremos saber lo que no sabemos? Porque por naturaleza nos tiende a inquietar la incertidumbre, somos curiosos, queremos darle respuestas a las preguntas que nos formulamos. Es normal que la curiosidad nos haga buscar más información, que intentemos crear hipótesis sobre situaciones que nos sucedan para intentar predecir lo que podría acontecer. El conocimiento no es malo, entender cómo funcionan las cosas no es un delito. La problemática surge cuando nos quemamos las neuronas pensando más en lo que podría pasar que en lo que está pasando ahora, tanto que nos perdemos del presente porque comenzamos a vivir desesperados por el futuro.


Por supuesto que todos queremos saber si finalmente lograremos esa meta o deseo que aspiramos conseguir. Por ejemplo, si seremos aceptados en la universidad de nuestros sueños, si seremos grandes profesionales, si esa persona que nos gusta nos dirá sí cuando la invitemos a salir, si ese familiar que está enfermo podrá mejorarse y regresar a casa, etc. ¿Sabes que tienen en común todas esas situaciones? La similitud está en que esperamos finales felices de todas ellas, no obstante, estos no pueden ser forzados porque el tiempo está por fuera de nuestro control, no nos queda más remedio que esperar por la respuesta.


La diferencia entre ser proactivos y ser impacientes

Si quieres alcanzar algo debes esforzarte por obtenerlo, tienes que ser inteligente y saber jugar las cartas que tienes, arriesgarte y tomar la iniciativa, básicamente a eso se le llama ser proactivo. La proactividad es adoptar un comportamiento orientado a un cambio positivo respecto una múltiple variedad de situaciones, actuar de una forma que nos permita estar preparados para atrapar las oportunidades. Para resaltar, la proactividad es un comportamiento donde somos nosotros quienes con las herramientas que tenemos a nuestro alcance, nos colocamos en la posición correcta para hacer que las cosas que anhelamos sucedan, no forzando a los demás, sino permitiendo que la vida fluya. Por otro lado, la impaciencia se refiere a la actitud en donde un individuo desea inquietamente vivir por delante de la realidad, se frustra por no tener el control de las cosas, incluso de aquellas que no se pueden controlar, como el tiempo. En pocas palabras, el impaciente vive estresado porque quiere existir en el futuro, tratando de saltarse el presente.

La diferencia aquí es que una persona proactiva no se frustra por querer conocer el futuro de manera acelerada y no forza las cosas que no puede controlar, en cambio, el impaciente está invadido de estrés porque no puede manejar a su conveniencia factores ingobernables, además, se apresura por hacer el futuro una realidad inmediata.

Démosle un vistazo al siguiente ejemplo que ilustra de manera sencilla la discrepancia entre ambas actitudes.

Fulano y Mengano están desempleados y quieren trabajar en una compañía.

Por un lado, Fulano es proactivo. Fulano vio un anuncio sobre una vacante disponible en una empresa y desea ser contratado. Fulano leyó muy bien el formato de requisitos y le surgió una duda. Fulano llamó a la empresa para aclarar su inquietud, se tomó el tiempo de rellenar los documentos correctamente, reunió todo lo necesario y envió todos los documentos en el tiempo estipulado. Fulano fue responsable, cumplió con su parte y ahora está esperando el día de los resultados.

Por otro lado, Mengano es impaciente. Mengano también vio el mismo anuncio sobre una vacante disponible y desea ser contratado. Mengano no puede esperar para enviar todos los requisitos así que rellena apresuradamente los documentos, le surgen dudas pero no llama a la empresa para aclararlas porque cree que entre más se demore en enviar los documentos necesarios, menos probabilidades tendrá de ser aceptado. Mengano por ser impaciente no hace las cosas de la mejor manera, la calidad de sus documentos no es muy buena porque no se toma el tiempo para hacer las cosas con calma, no piensa dos veces y sencillamente quiere conocer los resultados lo más pronto posible.

¿Quién crees que fue contratado?


Ser impacientes nos roba la paz, no nos deja muchas veces dar nuestra mejor versión, pero ser proactivo nos acerca más a lograr ese final feliz. Por supuesto, ser proactivos no nos garantiza que las cosas saldrán justo como queremos, porque la vida no funciona así; sin embargo, cuando eres proactivo creces, y aunque en la primera no lo consigas, la próxima vez estarás mejor preparado para afrontar las situaciones.

Muchas veces las cosas no se acomodarán a nuestro gusto, sin embargo, adoptar una actitud proactiva es clave para que la incertidumbre del mañana no nos aturda y arrebate la tranquilidad.


El que espera lo mucho espera lo poco


Mi madre me ha mencionado la frase del subtítulo repetidas veces, ya te imaginarás en qué tipo de situaciones me la dice, así es, siempre que me encuentro impaciente y ansioso. Es por eso que la paciencia es de gran importancia para nuestro bienestar general. Pero, ¿Qué es en sí la paciencia? La paciencia se define como el comportamiento enfocado a tolerar dificultades, contratiempos o malestar con el objetivo de alcanzar una meta, todo esto manteniendo la tranquilidad.

La paciencia puede ser en ciertas ocasiones muy complicada de poner en práctica, ya que anteponerse al sufrimiento de no obtener una respuesta justo cuando la queremos es muy difícil si no hemos trabajado en el autocontrol.

Ser pacientes trae consigo muchos beneficios para nuestra salud mental, algunos de estos son reducir el estrés, prevención de comportamientos violentos, mejor toma de decisiones y menor frustración. Además, es importante resaltar que esperar por las cosas muchas veces resulta más rentable porque la recompensa es mayor.

Desafortunadamente, existen elementos que nos juegan en contra durante nuestro proceso de ser pacientes, por ejemplo, si tendemos a entrar en pánico por pequeñas cosas, si no somos seguros de nuestras habilidades o si cedemos fácilmente ante las tentaciones. Todos estos factores mencionados son como piedras en nuestro camino hacia la paciencia, y es por esta razón que debemos trabajar en ellos con miras en poder adoptar la actitud correcta.

A continuación, me gustaría dejarte algunos tips o consejos para que puedas sembrar semillas de paciencia en tu vida.


1. Espera la luz verde. Situaciones como esperar por el siguiente ascensor porque este va muy lleno, dejar que las personas primero salgan del bus para luego poder entrar, o sencillamente aguardar hasta que la luz del semáforo pase de rojo a verde, nos ayuda a ser más pacientes. Son escenarios de la vida cotidiana en donde esperar unos segundos no nos perjudicará.

2. Actuar coherentemente. Siempre debemos procurar mantener una coherencia en nuestros actos, es por eso que si decimos que haremos algo o somos de tal forma, debemos comportarnos acorde a lo que expresamos. Por ejemplo, si decimos que vamos a estar en un lugar a una hora determinada, pues estamos allá a esa hora, no mucho antes.

3. Entender y aceptar que hay cosas que se nos salen de las manos. Como mencionaba anteriormente en este mensaje, factores como el tiempo, el comportamiento de otras personas o situaciones fortuitas no pueden ser controladas por nosotros. Es importante que diferenciemos las cosas que están y no están a nuestro alcance y nos liberemos de la mentira de creer que podemos manejarlo todo.

4. Vivir en el presente. Respira lento, concéntrate en tus latidos, observa el mover de los árboles, sencillamente disfruta de tu presente. Detenerse un instante y apreciar las cosas lindas a nuestro alrededor es un ejercicio simple. Recuerda, cada segundo vale, un día a la vez.😉

5. Pensar dos veces. En múltiples ocasiones cometemos errores por no detenernos en pensar las cosas una vez más. Por esta razón, cuando estemos a punto de decir o hacer algo, démonos el tiempo para razonar bien nuestras decisiones, créeme que hace una gran diferencia.


Estos son apenas algunas de las cosas que puedes hacer para trabajar en tu paciencia. Hay una frase que dice “lo que es para uno, no se lo quita nadie” y la verdad es que es así, lo que tenga que suceder, sucederá. Yo creo que todo está en el plan perfecto de Dios, y lo que nos pase es porque Dios lo tiene pensado así, aunque a veces nos cueste demasiado aceptarlo.


En conclusión, es normal que nos sintamos ansiosos por saber lo que pasará, no hay porqué sentirnos mal por eso porque a nuestro propio instinto le inquieta la incertidumbre. No obstante, la impaciencia y el estrés puede apoderarse de nosotros y robarnos nuestra preciada paz. Por esta razón, es importante que cultivemos en nosotros la paciencia y un comportamiento proactivo, esto con el objetivo de mantener un bienestar mental y adoptar una actitud favorable para concretar objetivos planteados. Finalmente, ¿Por qué esperar el futuro para ser felices o para sentirnos bien? Podemos serlo ahora, y si estamos tristes, no perdamos la fe de que vendrán mejores tiempos.



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