El centro de mi vida
Llamados para mostrar su excelencia
Antes de pasar al escrito que he preparado para ti en esta oportunidad, quiero comentarte algunas cosas. Este mensaje es diferente a los que normalmente escribo. En este en particular te concedo un vistazo más profundo a lo que pasa por mi mente, las batallas internas que enfrento, mis sentimientos sin filtros, las crisis y las victorias. Esto es lo que soy, sin romantizar ni maquillar. Ahora sí, descubre la historia que quiero contarte.

Foto de Ruan Richard Rodrigues en Unsplash
Dentro de mi cabeza- Algunos días atrás
El reloj digital de muñeca marca las 7 a.m. beep-beep beep-beep Acostado en mi cama, abro los ojos y observo como los rayos de sol atraviesan las cortinas. Lo primero que hago después de levantarme es agarrar mi celular. No hay notificaciones de WhatsApp… Primer altibajo emocional del día y no han pasado ni siquiera 2 minutos desde que desperté. Ni modo, debo pasear a mi perro, así que me preparo y salgo de casa. Son 30 minutos de caminata. Tiempo suficiente para repasar y sobrepensar mis preocupaciones, así como sumarle unas nuevas porque no sé qué depara el futuro. Hasta este punto solo puedo concluir lo siguiente: vivo únicamente por mi cuenta.
***
De vuelta al presente
Para serte franco, esa conclusión la concebí ahora, mientras redacto este mensaje. Sin embargo, aunque así me sentía, eso no era del todo cierto. La verdad era que en esos momentos sí estaba decidiendo cargar con el peso de mi propia vida sin dejarme ayudar, pero no estaba solo. De ninguna manera. Incluso, tenía a la mejor compañía. El problema era que estaba permitiendo que mi corazón hiciera conmigo lo que quería, estaba dejando que me hiciera creer que estaba solo, cuando realmente no era así. En pocas palabras, mi corazón me estaba engañando.
Emociones, falsas salvaciones y grandes responsabilidades

Somo seres emocionales, todo el tiempo. Una emoción es una reacción tanto psicológica como física ante un estímulo externo (ej. el comentario de alguien) o interno (ej. un recuerdo). Experimentamos emociones y estas suelen ser intensas, provocando cambios de ánimo y motivándonos a actuar. Creo que todos podemos dar testimonio de esto, ¿no es así? Pues es por este poder que tienen las emociones, el de impulsarnos a actuar, que estamos en riesgo. Y yo estaba en riesgo. Verás, las emociones me llevaban a actuar de cierta forma, por supuesto, dependiendo de cuál fuera esta. He aprendido a controlar la impulsividad, sin embargo, mi comportamiento más común después de sentir una emoción es pensar y creer que esos pensamientos son verdaderos, que la interpretación que le doy a los escenarios es acertada. No obstante, esto para nada siempre es así. Por el contrario, precisamente los seres humanos somos muy vulnerables a la malinterpretación de las situaciones. Nos dejamos llevar por las emociones y terminamos ya sea limitando nuestro entendimiento (por causa de juicios superficiales) y/o actuando irresponsable o inapropiadamente. Dicho de otra manera, somos muy propensos a creer que las cosas son como nuestro primer acercamiento a ellas nos dice que son. Era justo eso lo que me estaba sucediendo. A su vez, esas emociones sumadas con pensamientos posteriores, generaban en mí sentimientos que a su vez engendraban nuevos pensamientos que me hacían ver mis preocupaciones cada vez más grandes. Ese ciclo se repetía una y otra vez, y al permitir que siguiera el bucle, yo mismo decidía continuar enfrentando la vida solo. ¿Quién podía salvarme de ese estado? Al parecer creía que yo mismo, ya que aunque siendo creyente en Dios y sabiendo en Jesucristo estaba ahí para mí, en el fondo era como si me gustara cavilar obsesivamente cada una de mis angustias. Sin saberlo yo, ¿me estaba poniendo a mí mismo como mi propio dios?
Me temo que la respuesta es sí. Veía como mi esperanza a mí mismo y la humanidad. Pasándome ratos escuchando consejos de creadores de contenido que compartían su filosofía basada en grandes pensadores antiguos, en psicólogos y figuras públicas. Escuchando música y esperando que alguien me estabilizara emocionalmente. Hablando con muchas personas y escuchando a tantas otras. Buscaba una dosis fugaz de alivio. No importaba que fuera pasajera, yo solo quería sentir que mis ansiedades se esfumaban por un tiempo. Creía que podía lograrlo, practicando múltiples tipos de trucos y estrategias, intentando mantener mi mente ocupado. Sin embargo, a pesar de que por momentos me tranquilizara un poco, no tardaba mucho para sumergirme otra vez en un mar de dudas, arrebatándome la felicidad. Pero me seguía teniendo fe, en que quizás finalmente solucionaría las cosas y encontraría la plenitud por mi cuenta.
Debo decir que no lo veía de esa forma tan explícita, pero dentro de mis prioridades ninguna era llamar a una línea telefónica de asistencia divina. Por lo tanto, seguía ensimismado a pesar de que no sentía que era una actitud prepotente. Mejor dicho, yo era un barco a la deriva a merced de consejos y enseñanzas humanas. Todas incompletas a profundidad y ninguna con la capacidad de satisfacerme en su totalidad. Pese a mis principios y valores, las enseñanzas cristianas que he venido aprendiendo, el conocimiento que tengo y el nivel de madurez que había alcanzado hasta el momento, todavía mi comunicación, confianza y descanso en Dios corría peligro cuando me enfrentaba con mis angustias que hacían del presente uno indeseable. Me decía a mí mismo: –desearía saltar en el tiempo hasta el momento en que todo luzca tal cual como anhelo.
Hoy entiendo que vivir siendo dirigido por tus emociones, sentimientos, conocimiento y sabiduría, sin tener como centro de tu vida al Señor Jesucristo, no es la mejor decisión. Puede que no termines en la cárcel o que creas que vives una vida buena, según tu propio juicio. Sin embargo, yo creo que la vida es extremadamente compleja como para creer que por sí mismos podemos manejarla. Sí, siendo objetivos, definitivamente no estamos capacitados para tomar las mejores decisiones ante todo tipo de situaciones únicamente apoyados en lo que hasta ahora conocemos o sentimos o nos venden como verdadero. No podemos salvarnos a nosotros mismos, básicamente por el hecho de que nuestro entendimiento es limitado, somos vulnerables a ser engañados por nuestro propio corazón, muchas veces no somos capaces de entendernos y no siempre sabemos cómo actuar de la mejor manera posible. Eso sin contar que estamos a merced de ser tentados por Satanás, quien está muy pendiente para lanzarnos dardos que nos hagan tropezar (pensamientos egoístas que nos lleven a alejarnos de Dios, envidia, inseguridades, desesperación, celos, discordias, entre otros). Elegir vivir por sí mismos nos hace muy vulnerables a equivocarnos más de lo que lo haríamos si permitiéramos que alguien más competente manejara nuestra vida. Te lo planteo de otra forma, una persona madura y sabia debería anhelar con todas sus fuerzas la responsabilidad, y la responsabilidad implica decidir en favor del mayor bien posible para la sociedad. Por esta razón, la mejor versión de nosotros mismos debería ser aquella donde somos más responsables, y esto solo puede ser logrado si permitimos que quien direccione nuestro actuar sea alguien completamente sabio, conocedor y ejecutor del bien, y lleno de la verdad. Una mente por encima de nuestra compresión humana.
El Salvador y nuestra libertad
Dentro de mi hay una lucha permanente. “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” (Romanos 7: 19-25) Por esos días, en los que vivía teniendo como falso salvador a mí mismo, una que otra vez me acordaba de Jesucristo. Sabía que por ahí había una esperanza, pero mi mente y corazón seguían tercos. Mi naturaleza humana quería continuar valiéndose por sí misma: reflexionando excesivamente, buscando soluciones, esperando un rescate o que la realidad mágicamente se transformara en el futuro deseable. Ya ni lo tenía claro, estaba confundido. No obstante, porque he aceptado al Señor Jesucristo como el Salvador de mi vida, no importa en qué situación me encuentre, Él siempre irá por mí y me buscará para traerme de vuelta a su lado.
Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.
Lucas 15: 3-6
Gracias a personas que Dios usó para hablar a mi vida, así como el devocional de crecimiento espiritual que realizo, pude darme cuenta de lo equivocado que me encontraba y lo tanto que necesitaba que Jesús tomara el puesto que le pertenece. El de Señor de mi vida, quien guía mis pasos y lo controla todo. Esta decisión la tomé yo, fui yo quien decidí ponerle fin a mi ilusión de autosuficiencia, a mi egoísmo, a creer que yo u otro humano sobre la tierra podía salvarme. En lugar de eso, escogí al Hijo de Dios como el protector de mi corazón. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14: 6) Todavía estoy comprendiendo el hecho de que solo puedo confiarle mi vida a Él, quien es perfecto, santo y puro. Que siempre sabe qué es lo mejor para mí y para las personas a mi alrededor. Quien venció a Satanás y no puede ser engañado por él ni por nadie. Quien tiene todo el conocimiento, está respaldado por el Padre, es Dios mismo.
Es importante dejar algo muy en claro. Una de las ideas que al principio pensé, y es común que se tome para tergiversación, es que dejar que alguien más nos dirija significaría ser un autómata, es decir, no actuar por nuestra voluntad sino por lo que otra persona dicte. Como una máquina, por rutina y sin reflexionar sobre lo que hacemos. Esto es una malinterpretación del hecho de permitir que Cristo viva en nosotros. Dios nos ha dado el libre albedrio, y como he expresado anteriormente, fui yo quien tomó la decisión de autorizar a Jesús para que tomara el control de mi vida, para que fuera Él mi guía y no yo. Ahora, esto no quiere decir que yo vaya a perder mi personalidad o mi unicidad, ya que precisamente fue Dios quien me creo con gran habilidad y puso en mi los dones y talentos que me distinguen de los demás. Tal como te formó a ti. De igual manera, ha sido Él quien ha permitido que las cosas que he vivido me hayan ayudado para bien para convertirme en la persona que hoy soy (Romanos 8:28). A lo que en realidad se refiere esta verdad, es que al entronizar a Jesús como mi Señor, Él ahora manifestará todo su ser a través de mí (mis pensamientos, sentimientos y acciones). A través del Espíritu Santo, guardará mi corazón y hablará a mi mente llenándome de y mostrándome cómo siempre actuar en amor, alegría, paz, paciencia, bondad, amabilidad, fidelidad, humildad y dominio propio, cosas para las cuales no hay ley en contra (Gálatas 5: 22-23). Una vez decides que Jesús entre a vivir en ti, Él no te da amor o amabilidad o paciencia, Él es todos esos frutos y los manifestará a través de ti de una manera impresionante. Es sorprendente como una vez oraba y me entregaba a Cristo, la paz ocupaba completamente todo mi ser y me sentía amado, seguro y con mucha esperanza. El Señor libera, consuela y estabiliza. Además, Él obra a tu favor a tu alrededor, incluso cuando no ves, está trabajando para tu continuo crecimiento.

Foto de Naveen Chandra en Unsplash
Reafirmación continua: una necesidad
Jesucristo solo permanecerá como el Rey de nuestra vida si nosotros así lo decidimos. Todos los días Él quiere que lo busquemos, que hagamos más fuerte su compromiso con Él. Naturalmente, de esta forma se manifestará gradualmente a través de nosotros y cada vez más acertaremos en la toma de decisiones. Nuestro carácter se irá asemejando progresivamente al de Cristo. Aferrados y teniéndolo a Él como nuestro centro siempre actuaremos en amor, justicia y verdad. Tal cual como se escucha. Esto, por supuesto, requiere de una entrega total, de un esfuerzo constante por serle fiel a Jesús. Sin duda alguna, los momentos de tempestad llegarán, nuestro corazón querrá dejarse llevar por las emociones, tendremos tentaciones de querer quemarnos las neuronas dándole vueltas a nuestras preocupaciones, podrán surgir grandes dudas y haber fuertes motivaciones para ser egoístas, orgullosos, vanidosos, dejarnos llevar por lo que quiere el cuerpo en el momento o hacer como si Dios no estuviera ahí. Pero es justo en esos momentos donde más tenemos que buscar a nuestro Padre en oración, reafirmar que Jesús tiene el control sobre lo que sucede y confiar que el Espíritu Santo nos reconforta y nos muestra el camino correcto que debemos transitar. Con Jesús siendo el centro, no hay motivos para tener miedo. Sencillamente, mi plenitud es Cristo, lo necesito. No puedo sentirme pleno sin Él, por eso, es necesario que lo busque a diario. Que lo busquemos a diario.
Jehová es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Salmos 23: 1-4
Querido lector, sea quien seas quiero expresarte que Dios Padre Todopoderoso y misericordioso y el Señor Jesucristo te aman profundamente. Yo, te manifiesto Su amor a través de este mensaje que tiene como único propósito mostrarte el único camino que existe, Cristo Jesús. Él es la única forma de alcanzar la plenitud. Un estado que es imposible experimentar hasta que nos entregamos al Señor. Yo hoy te invito a que si has estado preocupado, confundido, estresado, temeroso, molesto, orgulloso, si te has sentido solo, vacío o sin saber qué hacer, le entregues tu vida a Jesús. Él sabe perfectamente cómo te encuentras, conoce todo de ti, sabe cómo tratarte y llenarte de amor y paz completamente. Si decides tomar esta decisión, la de ser salvo y libre por Jesús, te invito a que a consciencia me acompañes en la siguiente oración.
***
Contenido extra:
Apéndice A: Yo quiero pedirte perdón a ti. Si alguna vez herí tus sentimientos, si actué de forma inmadura, si no te traté con amor, por favor, concédeme el perdón. Yo te confieso que me he perdonado a mí y a todos. Que el amor del Señor sea con nosotros y se manifieste a través de nuestras acciones.
Apéndice B: Sé muy cuidadoso con tu corazón. Como una bandera, se deja llevar por el viento fácilmente. Él no piensa, solo siente. Se deja manipular por las letras de las canciones, las series y películas, y lo que ve y escucha de su alrededor. Ten cuidado porque tu corazón no sabe con certeza qué es lo mejor para ti ni para los demás. No es malo, para nada. Pero no mide bien hasta dónde puede llegar si deja que eso que siente te controle. Muchas veces, sin darse cuenta, fabrica su propia trampa. Una vida responsable es de decisiones, de convicciones, de consciencia y de dominio propio. Tu corazón solo está completamente seguro aferrado a Cristo Jesús.
***
¿Te gustaría conversar conmigo sobre algo relacionado con este tema? Contáctame en Instagram en mi perfil @samu_decastro, por correo samueldecastrol41@gmail.com o déjame un comentario abajo (si es tu primera vez, inicia sesión con tu correo y te aceptaré como miembro, luego podrás comentar).
Finalmente, si te gustó el mensaje, te invito a que lo compartas a tu familia y amigos, y me dejas tu like. Te deseo una buena semana, ¡nos vemos!